La Educación en España en un contexto globalizado. ¿Realmente hemos fracasado?

    ¡Ay, cuánto da de hablar el tema de la educación española! Qué si tenemos algunos de los peores resultados de Europa, la ejemplaridad del modelo finlandés o la falta de un profesorado capacitado son algunos de los comentarios que constantemente aparecen a la hora de hablar de los desafíos que atraviesa la educación española.

    Creo que existe toda una serie de problemas a la hora de evaluar los problemas que sufre la educación. En primer lugar, parece que cualquiera puede opinar y proporcionar soluciones (a menudo impracticables) sobre cómo debería reformarse la educación, pero a la hora de la verdad apenas se escucha a los propios docentes que son quienes viven de primera mano la realidad de los centros educativos. En definitiva, la educación pasa a ser una cuestión meramente política, en la que los distintos partidos que se turnan en el poder hacen y deshacen a su antojo, tratando de desmarcarse de los partidos rivales y utilizando la educación como un arma política y no como un elemento de bien público. Nuestra política a veces parece que no aspira a ofrecer una educación eficaz y de calidad, sino que más bien "mira" por sus propios intereses. 

    Por otro lado, creo que existe un problema inserto en la sociedad española. A la hora de analizar los problemas educativos se pone el foco principalmente sobre factores considerados externos (políticos, docentes, currículos, medios...) y las propuestas que se hacen pasan por imitar las medidas que resultan más "vistosas" de otros países (como la ausencia de deberes en Finlandia). Quizás también se debería hacer una autocrítica y pensar si realmente nosotros como sociedad valoramos tanto (o exigimos) una calidad educativa superior. Parte del éxito de Finlandia, Corea del Sur, Japón... se entiende gracias a la implicación de las familias en el proceso educativo, cosa que en España carecemos totalmente. Quizás uno de los problemas es que la sociedad española aspira a no tener que intervenir en el proceso educativo y que sea únicamente labor de los docentes. Creo que el elemento fundamental sería una mayor implicación de las familias (y la sociedad como conjunto) por continuar fuera de las aulas el proceso educativo.

    Tampoco tenemos que ser tan pesimistas con la situación que tenemos actualmente, aunque obviaré los problemas que a día de hoy tiene el mercado laboral para los estudiantes que concluyen sus estudios. Nunca más que ahora España ha sido capaz de tener tantos estudiantes universitarios y cada vez más la formación universitaria llega a mayores estratos de la sociedad. Por otro lado, las formaciones técnicas de Formación Profesional parece que cada vez están menos denostadas y acaban por considerarse opciones dignas a la hora de elegir un futuro profesional. Sobre todo en las ramas científicas y técnicas, los profesionales españoles son reconocidos y demandados a nivel internacional, ya no exportamos mano de obra barata como en los años 60, ahora salen médicos, ingenieros, físicos... aunque es una pena que todo lo que cuesta que una persona obtenga esos estudios, no tenga los medios para poder desarrollarse personalmente dentro de nuestras fronteras y que su labor redunde en un beneficio para todos. No obstante, a pesar de estas mejoras en el nivel formativo, no podemos olvidar el clásico dilema de la educación, ¿estamos formando trabajadores o ciudadanos? Porque quizás uno de los problemas a los que tampoco se presta tanta atención es cómo las humanidades cada vez están más olvidadas en los currículos, mientras el foco se pone sobre las ciencias, sobre lo económicamente rentable. Igual el debate debería estar en para qué queremos la educación: ¿Solo queremos formar profesionales, o aspiramos a qué también sean críticos?



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