La figura del mediador en los centros escolares
¡Ay! qué difíciles de entender son las relaciones sociales. Desde el propio origen de los hombres, la pervivencia de la especie ha dependido en gran medida de la capacidad de cooperar y de relacionarse con otros congéneres. ¿Acaso no resulta fascinante observar como a lo largo de la historia se han ido conformando relaciones sociales tan complejas que pasan desde las relaciones familiares, hasta la creación de estados y entes supraestatales? Todas esas ventajas que aporta la vida en sociedad, desde la mera supervivencia, hasta la obtención de un nivel de bienestar físico-emocional, implica la aparición de conflictos entre los individuos.
Del mismo modo que en la vida cotidiana vemos conflictos continuamente, los centros escolares no son una excepción. La realidad con la que convivimos hoy en día es que un aula no deja de ser un espacio de convivencia en el que de 25 a 30 estudiantes de entre 12 y 18 años (en el caso de la Educación Secundaria) se relacionan durante un mínimo de 6 horas al día (y habitualmente acaban relacionándose durante más tiempo ya sea por entablar amistades, compartir actividades extraescolares...). Teniendo en cuenta esta situación resulta inevitable la aparición de conflictos entre los estudiantes. Si ya entre adultos resulta difícil la convivencia, imaginaos entre adolescentes que todavía no tienen plenamente desarrollados determinados conceptos morales complejos y que no conocen la importancia de, al menos, una convivencia pacífica basada en el respeto. Todo esto lleva a una problemática en torno a los conflictos que suceden en el aula, que desde siempre provocan desde simples discusiones o enfrentamientos puntuales, hasta graves casos de acoso y bullying.
Para tratar de mejorar el clima de aula, en algunos centros se ha propuesto la figura del "mediador" como uno o varios alumnos que de forma voluntaria ejercen como observadores de los conflictos que puedan surgir en el aula y tratan de que cualquier problema que surja se resuelva de manera pacífica. A priori, parece una práctica positiva y que indudablemente puede resultar efectiva siempre que se tenga unos mediadores suficientemente motivados y formados para poder actuar de forma adecuada. En este sentido parece que esta novedad, que ya lleva varios años probándose en las aulas de diferentes centros, sufre diversas deficiencias que pueden provocar que se convierta en una medida insuficiente e incluso que puede llegar a acarrear problemas.
De primeras y ya desde la propia concepción de la figura del mediador, considero que labores de este estilo suponen una responsabilidad enorme para un alumno de secundaria (e incluso en mayor medida cuando hablamos de estudiantes del primer ciclo o de primaria) y que no está acorde con los compromisos y responsabilidades que pueden o deben sobrellevar una parte importante de los adolescentes. Además, es una figura que no está plenamente institucionalizada y que depende plenamente de la buena voluntad del centro para llevar a cabo esta medida de intervención (con la consecuente carga de trabajo para los docentes que coordinan los grupos de mediadores) y de la voluntariedad de los alumnos a tomar este cargo.
Por otro lado, el ejercer esta función puede resultar problemática para el alumnado ya que puede ser percibido como un "chivato" y que sea objeto de burlas o acoso directo. Además, la aparición de voluntarios para tomar este cargo en centros especialmente conflictivos puede resultar muy escasa.
A modo de conclusión, si bien la figura de los mediadores puede resultar efectiva en algunos contextos concretos, por lo general creo que esa no es la solución a los problemas que surgen en las aulas y que más bien se debería realizar una apuesta institucional firme por luchar contra los casos de acoso y construir unas aulas en las que todo el mundo pueda sentirse cómodo. Eso sí, esta lucha no puede depender únicamente de la voluntariedad de unos profesores y mucho menos recaer sobre los propios alumnos, deben ser las instituciones las que de manera activa formen a los docentes para que sean capaces de prevenir y actuar ante los conflictos y la puesta a disposición de los centros de personal cualificado para la resolución de los mismo.
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